7.38
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Nietzscheana
- enero 18, 2009
7.38 de la mañana (sin dormir, aún)......
"Te cambio por un mundo donde no valga la pena"
"Te cambio por un mundo donde no valga la pena"
Svankmajer - Food - Lunch
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Nietzscheana
- enero 18, 2009
Lori meyers- alta fidelidad
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Nietzscheana
- enero 17, 2009
El hombre de mundo
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Nietzscheana
- enero 17, 2009
No amé al mundo, ni el mundo me quiso a mí
No adulé sus jerarquías, ni incliné
paciente rodilla a sus idolatrías.
No he forzado sonrisas en mis mejillas, ni gritado
adorando un eco; entre la multitud
no me contaron como uno más.
Estaba con ellos, pero no era de ellos.
Estuve y estaré solo, recordado u olvidado.
No adulé sus jerarquías, ni incliné
paciente rodilla a sus idolatrías.
No he forzado sonrisas en mis mejillas, ni gritado
adorando un eco; entre la multitud
no me contaron como uno más.
Estaba con ellos, pero no era de ellos.
Estuve y estaré solo, recordado u olvidado.
Childe Harold, canto III, CXIII
Hay momentos -intervalos deslumbrantes- en que parecemos elevarnos por encima de nustra circunstancia; y esos momentos suceden cuando un acceso de sentimiento apasionado eleva e intensifica nuestra autoconsciencia. El gran objetivo de la vida es sentir, sentir que existimos, aunque sea a través del dolor.
Byron
Existencialismo
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Nietzscheana
- enero 17, 2009
Mayo del 68
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Nietzscheana
- enero 17, 2009
Papá, cuéntame otra vez
Los de marras
Papá, cuentame otra vez
Ismael Serrano
Ismael Serrano
Lobo estepario, Herman Hesse
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Nietzscheana
- enero 12, 2009
Cuando he estado una temporada sin placer y sin dolor y he respirado la tibia e insípida soportabilidad de los llamados días buenos, entonces se llena mi alma infantil de un sentimiento tan doloroso y de miseria, que al dormecino dios de la semisatisfacción le tiraría a la cara satisfecha la mohosa lira de la gratitud, y más me gusta sentir dentro de mí arder un dolor verdadero y endemoniado que esta confortable temperatura de estufa. Entonces se inflama en mi interior un fiero afán de sensaciones, de impresiones fuertes, una rabia de esta vida degradada, superficial, esterilizada y sujeta a normas, un deseo frenético de hacer polvo alguna cosa, por ejemplo, unos grandes almacenes o una catedral, o a mí mismo, de cometer temerarias idioteces, de arrancar la peluca a un par de ídolos generalmente respetados, de equipar a un par de muchachos rebeldes con el soñado billete para Hamburgo, de seducir a una jovencita o retorcer el pescuezo a varios representantes del orden social burgués. Porque esto es lo que yo más odiaba, detestaba y maldecía principalmente en mi fuero interno: esta autosatisfacción, esta salud y comodidad, este cuidado optimismo del burgués, esta bien alimentada y próspera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente. [...]
Así es, y me gusta también el contraste en el que está mi vida, mi vida solitaria, ajetreada y sin afectos, completamente desordenada, con este ambiente familiar y burgués. Me complace respirar en la escalera este olor de quietud, orden, limpieza, decencia y domesticidad, que a pesar de mi odio a la burguesía tiene siempre algo emotivo para mí, y me complace luego atravesar la puerta de mi cuarto, donde todo esto termina, donde entre los montones de libros me encuentro las colillas de los cigarros y las botellas de vino, donde todo es desorden, abandono e incuria, y donde todo, libros, manuscritos, ideas, está sellado e impregnado por la miseria del solitario, por la problemática de la naturaleza humana, por el vehemente afán de dotar de un nuevo sentido a la vida del hombre que ha perdido el que tenía.
Así es, y me gusta también el contraste en el que está mi vida, mi vida solitaria, ajetreada y sin afectos, completamente desordenada, con este ambiente familiar y burgués. Me complace respirar en la escalera este olor de quietud, orden, limpieza, decencia y domesticidad, que a pesar de mi odio a la burguesía tiene siempre algo emotivo para mí, y me complace luego atravesar la puerta de mi cuarto, donde todo esto termina, donde entre los montones de libros me encuentro las colillas de los cigarros y las botellas de vino, donde todo es desorden, abandono e incuria, y donde todo, libros, manuscritos, ideas, está sellado e impregnado por la miseria del solitario, por la problemática de la naturaleza humana, por el vehemente afán de dotar de un nuevo sentido a la vida del hombre que ha perdido el que tenía.