8/enero/2017

by - enero 08, 2017

Mañana te marchas. Detestas los cambios. Te afectan anímicamente. No sabes si prefieres estar aquí, allí o en cualquier otra parte. Ya no sabes de dónde eres ni dónde quieres vivir, ni qué quieres hacer, ni qué vivir... Dadas las circunstancias de los últimos días te quedarías, pegada a las lágrimas de alguien cercano. Pero también deseas volver a J. por si existe la posibilidad de escribir una historia lenta que se dilata. 
Sigues adelante y no te planteas nada. 
Piensas en el día, lees, ves películas, vuelves a leer, conspiras con alguien, comes, duermes, haces alguna foto memorable de tu día para recordar después en Instagram y vuelves a conspirar por teléfono sobre las soluciones del mundo. Sales, bebes, comes, bailas, bebes, hablas, fumas, bebes. 
Esperas algún mensaje que te recomiende una peli decente. Re-ordenas tus libros, revisas los escritos. Después de todo, hay por fin una calma constante que añorabas. Una especie de encuentro introspectivo contigo mismo que hacía tiempo no encontrabas. 
J. te ha devuelto algo que necesitabas. 


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