Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente - Ramón Andrés

by - agosto 01, 2019


Este libro me ha maravillado y se ha convertido inevitablemente en uno de esos de fundamental lectura. He esperado de hecho unas semanas desde que lo leí para procesarlo, masticarlo, meditarlo relajadamente.... y me sigue pareciendo imprescindible.
Ramón Andrés realiza un profundísimo análisis sobre el concepto de suicidio a lo largo de la historia y cómo ha ido cambiado a nivel social. Desde las consideraciones sociales del suicidio en Grecia o Roma, pasando por los devastadores efectos del cristianismo y las paradojas que, todavía hoy, se suceden con el término.
Aristóteles ya condenaba el suicidio en Ética a Nicómaco. En esa época, los suicidas eran desterrados y enterrados en las afueras de la polis con el fin de que no pudiesen encontrar su camino de vuelta si despertaban. Durante una época, incluso se les ataban o cortaban las menos, se depositaban piedras sobre los cuerpos y toda una serie de rituales cuanto menos curiosos. Sin embargo, Aristóteles también asumía comprender a aquellos que, como Catón o Sócrates, se habían dado muerte por honor.
Ante la oleada de suicidios en Roma, los gobiernos comenzaron a regular el derecho al suicidio y también la condena a la que estos suicidas, ya muertos, debían someterse. Generalmente, su herencia pasaba al Estado porque soportar la vida era una obligación legislada. No hay mucha diferencia con la actualidad en China, en donde los cuerpos de presos son de propiedad estatal.
El cristianismo fue mucho más allá y condenó por ejemplo el suicidio de Judas con argumentos paradójicos, pues éste debía de esperar con vida y asumir su penitencia ante su arrepentimiento.
En la actualidad, los suicidios en el país suponen la primera muerta violenta, por encima de los accidentes de tráfico o las agresiones. Sin embargo, nadie se atreve a legislar, ni concienciar a concienciar sobre un tema tan delicado.
Los medios de comunicación no se pronuncian al respecto con el objetivo de no provocar nuevas olas de suicidio entre la población pero nadie parece plantearse que, tal vez, este modo de vida no sea el más adecuado.

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